Ya sé por dónde empezar: abriendo la agenda por la última página para escribir de fin a principio mis pasos, o mejor mis deseos durante este año.
En diciembre voy a escribir orgullo, sí, orgullo por todo lo conseguido, sin reprocharme los fallos ni anhelar lo perdido.
Retrocedo a noviembre y tengo para él posiblemente una de las palabras más breves en letras y más largas en contenido: paz. Sentirla y vivirla.
Para octubre, mi mes favorito, algo importante: parar discusiones a tiempo. No alargar lo innecesario. Para septiembre, algo no menos importante: un gran yo. Ser el primero para mí.
Llego al pleno verano, agosto. Mes de vacaciones y analizar lo logrado y estar a tiempo de hacer modificaciones. Mi mes para recolocar.
Julio y fomentar la tranquilidad. Junio y relativizar los tropiezos. Mayo y la constancia.
En abril escribiré una gran paciencia para que las cosas vengan en su tiempo y sepa no pedir su adelantamiento.
Salir airoso de las mentiras externas sin que me afecten sería un buen deseo para marzo.
Febrero, ese mes que siempre he detestado por ser el más corto pero el percibido como más largo y cansino, voy a llenarlo en la agenda como libre de toxicidades y que contagie a los meses venideros de esa libertad.
Y en este encaminado enero ya hay un agradecido orden que tanto me faltó en el pasado año. Un orden que hará que de principio a fin pueda dar pasos agigantados, pasos minúsculos… pasos al fin y al cabo.