EMPEZAR MEJOR

Un calentón, un vistazo rápido a Grindr y un polvete. Algo tan usual como anodino si no fuera porque me preguntaste si podías quedarte a dormir. El desayuno fue extraño pero diferente y me solicitaste amistad en Facebook, instagram y un nuevo encuentro con cena incluida. 

Y a esa cena, un domingo, se unió nuestra pasión por la comida, más que la cocina, y por Masterchef.

Pasamos por reírnos de las seducciones ilimitadas de Boris, sorprendernos con el tremendo compañerismo de Vaquerizo, emocionarnos con la expulsión de nuestra adorada Castro y enamorarnos de la serenidad de Paz. Domingo a domingo chequeábamos las ocurrencias sin fin del Arana en twitter con cada situación melodramática del programa sin que quedara títere con cabeza. Y aunque alguna noche mi sueño me ganaba la batalla sobre tu pecho en el sofá, al final los lunes comenzaban con legañas, bostezos y contigo de nuevo.

Nuestras citas tenían el mejor de los objetivos: acabar bien la semana para empezar mejor la siguiente. Alguna noche entre semana habías aparecido por mi casa porque me echabas de menos pero los viajes laborales no ayudaban a hacerlo más recurrente.

Dos mañanas después del último Masterchef me desperté con unos picores que finalizaron tras una buena capa de permetrina por todo el cuerpo.

Sin duda la piedra sobre mi tejado era comentarte la nueva situación y lo hice con la mayor naturalidad posible porque en mi balanza pesaban más otras emociones que la ira hacia ti. Las buenas intenciones no siempre se correlacionan con los buenos resultados y decidiste no acabar la semana del modo que lo veníamos haciendo ese mes. Me emplazaste al siguiente domingo y entonces a otro indefinido.

Quizás se corresponda tu aplazamiento al mismo que la final del programa. Quizás se corresponda a valorar que entonces empezábamos mejor las semanas. 

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