– ¡Qué guapo eres!
– Tú también.
– Tengo ganas de verte.
– Y yo.
– Me encantas.
– Tú a mí mucho.
– Te quiero.
– Idem.
Incapaz soy de comenzar yo. Incapaz de exhibirte los mismos piropos, comentarios o sentimientos que tú sí liberas directamente. Incapaz de ser el primero en lanzar la piedra de la vulnerabilidad, de la valentía y de la sinceridad.
Mis excusas baratas sobre ir despacio, sobre querer verbalizar sin sentirme presionado, con mis tempos, mi libertad y mi espacio, realmente ocultan mi inseguridad, mi miedo y mi poca fe. Poca fe en mí mismo, en éste mi interior que empuja a mi exterior mientras yo lucho porque ninguno se conmueva.
Más fácil sería decirte que me derrito por ti. Pero claro, para ello debería aceptarlo. Además, si comenzara a mostrarme, ya tendrías una razón para apuntarme que yo sí que te quiero. Así que esperando a que sea mi interior quien gane la batalla por algún fortuito motivo, sigo manteniendo mi férreo posicionamiento en mi clave favorita:
– Ídem.