Un buen trabajo. Jose, ingeniero, sobrevellaba con mucha rectitud todos los conflictos laborales que cada día tenía que gestionar gracias a su tesón y frialdad. Raúl, farmacéutico, contagiaba su entusiasmo y disciplina en su equipo.
Un físico envidiable. Jose con su entreno constante en CrossFit había conseguido modelar sus músculos y exhibir su perfecto core era más fácil. Raúl con su pasión por la natación era la envidia de sus compañeros de trabajo que admiraban sus fibrados músculos tanto como su inteligencia.
Un signo positivo. Jose hacía cinco años que recibió un gol de su entonces pareja que nunca supo encajar. Años sin compartir su realidad ni sus transitorios bajones emocionales, buscando excusas cada tres meses para acudir a su cita trimestral y haciendo de la mentira su día a día. Raúl hacía dos años que en un viaje transoceánico tuvo un escarceo y volvió con un cambio en su sangre. Dos años de confusión personal, autoculpabilidad y de refugio en la droga y los sexchill.
Una pareja boicoteada. Jose encadenaba novios e incluso los solapaba sin lograr encontrar esa felicidad externa que cubriera su falta de felicidad interna. Raúl se autoproclamaba destructivo huyendo de quien le enseñaba cercanía, comprensión y el amor que no se permitía a sí mismo.
Un estigma interiorizado. Jose y su miedo al rechazo familiar. Raúl y su miedo al rechazo personal. Identificaron ambos los clichés sociales y los incorporaron en sus vidas. Indetectables en su tratamiento. Indetectables al amor.
Una esperanza común. Javier, Luis, Sandra, Tomás, María y tantos otros esperan que Jose y Raúl lleguen a descubrir lo realmente positivo, fuera de la sangre, fuera del cuerpo… lo positivo de crecer y sentir que son muchos más los que aman y son amados, aceptan y son aceptados.
Adiós estigma. Hola amor.