LUCES EN LA 41

Frío. Es el vocablo que mejor define a una habitación de paredes blancas sin nada más que una televisión diminuta colgada como decoración. Eso sí, contra la pared de enfrente hay algo más: la cabecera de metal de una cama articulable (estimo que frialdad también la define) junto a la bombona del aire que a mí me falta.

Una puerta de esconde el mini armario donde desde el primer día espera mi chándal, mi ropa interior y mi cartera que, no recuerdo el momento que fueron colocados allí.

Una mesita auxiliar para dejar la bandeja con la comida que intento día a día acabar sin éxito.

Días que se pasan bajo el efecto de los medicamentos y el de las emociones varias, cientos de ellas diría yo, que transitan en mi ser.

La soledad presente solamente interrumpida por esas luces que no entran por mi ventana sino por la puerta. Las mismas que con indumentaria de película de ciencia ficción hicieron su cometido, su labor y por las que hoy brillo más y mejor. No imagino esto sin vosotres.

Gracias, mis luces en la 41.

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