Aquella vez tuvimos cuarenta minutos antes de irme. Te agarré la cintura y te atraje hacia mí. Te besé y comencé a estirar lentamente de tu camiseta hacia arriba levantando tus brazos. Directamente me desabrochaste el jeans y me lo bajaste hasta las rodillas mientras seguimos besándonos. Acabamos por desnudarnos el uno al otro y dirigirnos a la ducha.
– Voy a querer secuestrarte. No quiero que te vayas- me decías mientras se respiraba sexo en el baño.
Esta vez no hubo ocasión para otros cuarenta minutos de despeinar tus rizos.. pero me llevo tu sabor en mi boca para degustarte durante todos los días en los que te tenga lejos.
Mi piel ya me dice lo que voy a extrañarte pero tus palabras no van a enmudecer en mi cerebro y nada quedará en el tintero. Directamente me follas la cabeza, que es bastante más difícil que lo de más abajo.
– No te secuestro tampoco esta vez pero sigo sin querer que te vayas. – me recordaste de nuevo algo que ya sabía.
Y con sexo o sin él en ésta y otras próximas ocasiones, siempre queda saber que en cuarenta minutos, cabe uno y mil te quieros.