SEIS ESTACIONES

Hoy me he levantado con tiempo. Quería desayunar tranquilo. Pongo el telediario y las noticias son más de lo mismo: desavenencias políticas nacionales, conflictos bélicos internacionales y algún asunto futbolístico… 

Y con mi repetida idea diaria de tener tiempo suficiente, lo agoto convirtiéndolo en salir tarde de mi casa. Entro en el metro corriendo y consigo sentarme. Hoy debe ser un buen día. En los cascos sigue sonando mi playlist de las mejores canciones del pasado festival de Eurovisión.

– Debería cambiar de playlist – pienso, pero no llego a hacerlo porque hay un chico frente a mí que me mira discretamente.

Seis paradas de metro transcurren entre miradas, disimular leer el twitter y volvernos a mirar. Él rubio, delgado, guapísimo y con una obvia  timidez que le hace incluso más atractivo. Llega la sexta parada y debo levantarme pero él se adelanta y también se baja en la misma estación. Nos miramos y hay una sonrisa cómplice.

Es el momento, salimos del metro y ambos nos dirigimos al transbordo del cercanías. Qué suerte la mía. Pasamos el abono en la entrada de la estación, cada uno por un torno diferente sin perdernos de vista. Los dos elegimos la misma dirección. La pantalla  anuncia que el próximo tren efectúa su parada en un minuto. El rubio sigue mis pasos. Yo decido correr para no perder el tren. El rubio se queda atrás.

Seis estaciones transcurren sin haber sido aprovechadas adecuadamente.

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