Me hacía gracia tu forma de piropearme por DM en Instagram. Ni estoy acostumbrado ni mucho menos lo tengo asumido como una normalidad, así que conseguiste dibujarme varias sonrisas con tus comentarios. Sin ser agobiante, sin prisa pero sin pausa, varios días me contactabas.
Las risas y las sonrisas se cruzaron con un día de trabajo decepcionante y encontraste mi punto débil, ese día en el que no estaba tan alerta y pudiste descubrir mis puntos menos fuertes, con lo que, sin pedírmelo, abrí las puertas de mis miedos y mis vulnerabilidades salieron a luz. Supongo que encontré un apoyo extraño, que a veces es más libre que el de los amigos íntimos.
Sin ser consciente de ello, he dado pie a dar un paso y que los mensajes tengan un contenido más cercano. Sin darme cuenta posiblemente con mi actitud creo expectativas no reales.
Pasan los días y comentamos nuestros vaivenes pero tú das pasos acercándote que no se corresponden con otros naturales en mí para que fueran mutuos… así que las llamadas primero y los chats después se distancian y enfrían.
Al cabo de unas semanas eres ya un recuerdo. El chico sonriente que hizo de aquel mes un mes mejor.