Los celos, ese componente de las relaciones que es utilizado a nuestra disposición, variando el matiz del significado según nos venga en gana, midiéndolo según el rasero conveniente.
Acaba de llegar de viaje tu amigo emigrado y se encela al saber que también recibes visita de tu ligue transoceánico. Es divertido sentir esa competición, ¿verdad? Aquí lo ves como un tierno acto de cariño.
Pero cuando ese mismo maromo te dice que le hagas un poco de caso, le recriminas sentirte presionado. Aquí lo ves como una obvia reacción de inseguridad.
Lanzas encuestas en tu instagram sobre lo que se aprende de las relaciones tormentosas donde los celos son destructivos y las respuestas que tus followers te envían no hacen otra cosa que confirmar tus teorías.
De todos modos, reconocerás que la realidad es que compartías la atención hacia tu amigo con los rolletes de turno y la de tus novios con los se aparecían tras las ventanas del scruff… pero por supuesto, por supuesto, no voy yo a ser yo quien dude que los celos de tus parejas siempre fueron enfermizos.