Ya sé que las alegrías no venden como las penas, pero me sale dejar a un lado la desidia y las preocupaciones, porque es cierto que, como dice la Torroja, regalar sonrisas hace que todo se vea diferente viniendo de vuelta el buen rollo y la alegría. Hoy voy a aparcar las tristezas y quiero pensar en las emociones positivas que este año pasado me ha dado… Sí, sí, el odioso año pasado también tuvo detalles en los que quiero reparar.
Va a ser cierto que las cosas sencillas son las que hacen grande la vida… y estamos empeñados en olvidarnos de ellas. ¡Yo el primero! Por eso, me apetece darme un homenaje de sonrisas, porque sí.
Tú y tú y tú habéis aportado sonrisas a mi año triste. Tú posiblemente más de una. Tú y tú y tú formáis parte de lo que sí que quiero recordar del año pasado.
Ver videos ridículos en YouTube contigo y reírnos sin sentido; que te sientas sobre mis rodillas mientras aguantamos el gran pedo de la noche; tumbarme en el parque y sentir las hojas secas mientras tú me cuentas chistes baratos; hacernos una foto juntos para que la edites con todos los filtros posibles y yo salga incluso tan guapo como tú; volverme adicto a la sidra de pera por tu culpa; que me roces la mano y se me erice la piel; que me cuentes tus ralladas mentales con tu nuevo chico; que aparezcas en mi oficina sin avisar para tener una charla de tres horas tras meses sin hablarnos; que te empeñes en que me vaya de vacaciones contigo a la playa y lo consigas; que me abrazaras mientras lloraba desconsoladamente también me hace sonreír ahora.
Qué sonrisa más grande tengo ahora gracias a ti.